1ra. Edición (en inglés):
2012
1ra. Edición (en inglés):
2014
Editorial:
Editorial Dunken
Prólogo:
Enrique G. Kryskowski
|
Escribe:
SERGIO MARCHI |
El primer libro sobre Spinetta publicado tras su muerte
es también el más impensado: está escrito en inglés, el Flaco es “The Skinny” y
su autor es Paul Perry, un norteamericano hijo de argentinos que se vino a
vivir a Villa Urquiza, donde terminó siendo primero vecino, después profesor de
inglés y finalmente amigo de Spinetta.
¿Cómo es que este profesor de inglés termina
convirtiéndose en el autor del primer libro escrito sobre Luis Alberto Spinetta
después de su muerte?
La historia arranca con Paul Perry y su encuentro casual
con un hombre negro y musculoso que paseaba un racimo de cinco perros
siberianos. “Nice dogs!”, le dijo Perry, intuyendo correctamente que allí había
un compatriota.
El paseador de perros era Geordell, oriundo de Alabama, que se
ganaba la vida haciendo changuitas de traducción, lo mismo que Paul, y
enseguida conectaron. “Le conté que era profesor de inglés, y me preguntó si
quería enseñarles inglés a algunos músicos. El trabajaba en una agencia llamada
Booking & Management, que a veces necesitaba algún profesor. De hecho,
trabajé un poquito con Dante Spinetta, ayudándolo a mejorar su pronunciación.”
La verdadera iniciación vendría poco más tarde y
nuevamente a través de Geordell.
“Un día me llamó y me dijo ‘venite, que estoy
acá a la vuelta de tu casa, con un músico amigo’.”
Lo que Paul desconocía es
que se trataba de Spinetta, pero eso tampoco habría supuesto algo importante
para él, porque no tenía mucha idea de la verdadera dimensión de este hombre
que vivía –en un principio– a la vuelta.
“Fui a la casa y ahí es donde empezó
el viaje con el Flaco. Hubo buena onda y hablamos siempre en inglés, porque yo
me siento más cómodo así; me siento medio torpe hablando en castellano. Me
preguntaban en qué idioma soñaba, y yo nunca sueño en castellano, sueño en
inglés, y las personas que me hablan en sueños lo hacen en inglés. Cuando me
golpeo un dedo o me lastimo digo ‘fuck’. Pero cuando manejo digo ‘la puta
madre’, eso sí me sale.”
En el libro, que está escrito como si fuera una
libreta de viajes, con anotaciones de urgencia sobre recuerdos vagos y
efímeros, Perry abunda en los detalles sobre ese encuentro iniciático, y se
refiere a La Diosa Salvaje, nombre del estudio de grabación y hogar de
Spinetta, como el “bunker”.
My Neighbor, the Skinny es breve, austero y sin
demasiadas pretensiones, salvo en la portada ilustrada por Ciruelo (también
amigo de Spinetta), el fantástico dibujante que se especializa en dragones, que
en esta publicación eligió retratar a un “Luis chamán” como si estuviera
pintado sobre una roca.
Tras un breve prólogo de Enrique Kryskowski, que además
del glosario de términos porteños traducidos al inglés será lo único que figure
en castellano en el texto, Paul Perry arranca de modo cronológico una cadena de
anécdotas triviales entre dos vecinos que se inicia en el invierno de 2001,
cuando Perry traspasa el umbral de la morada de Spinetta.
El primer interrogante que surge frente a la aparición de
este libro es el de su credibilidad.
¿Cuánto de esto será verdad y cuánto
fantasía?
Por lo pronto los detalles sobre el lugar donde se desarrolla la
mayoría de las acciones, es decir, la casa de Spinetta, son exactos; si bien el
texto no pretende revelar demasiada intimidad ni escarba en detalles demasiado
personales, los datos coinciden con lo que fue aquel estudio de grabación y
vivienda.
El baño con el respaldo del inodoro en forma de guitarra, la cercanía
del mismo con la cocina integrada al amplio living, y la presencia constante
del aire acondicionado encendido para el correcto mantenimiento de los equipos
de grabación.
Otro punto que coincide con la realidad es la molestia que
causaba en La Diosa Salvaje el ruido de la casa de fiestas que había al lado,
cuyo volumen perturbaba no pocos momentos de trabajo de Spinetta. “El salón de
fiestas de al lado tenía un pelotero –cuenta Perry–; imaginate componer o estar
tranquilo con música de pelotero: ‘es la hora, es la hora, es la hora de
bailar’. Se fueron, por suerte. Era una incomodidad terrible para Luis, pero
cuando había una fiesta no trabajaba.”
La narración más insólita y menos verosímil es lo que
Luis (Louie) le cuenta a Paul sobre aquella vez que Almendra tocó con The
Rolling Stones en Perú.
El libro dice, textualmente, poniendo las palabras en
boca de Spinetta: “Una vez, en 1969, estábamos en Lima, Perú, y los Rolling
Stones estaban tocando. Y nosotros estábamos en el mismo hotel (...). La gente
decía que era la música del demonio. Eramos muy jóvenes, man, y teníamos esta
planta llamada floriapondio (floripondio, en verdad), que hervís y tomás (...).
Y nosotros fumamos esta planta con ellos, y Mick dijo ‘esto es bueno,
necesitábamos un cambio de lo que conseguimos en Inglaterra’ (...). Cuando
estábamos tocando, la cabeza me mataba, tenía un terrible dolor de cabeza”.
Suena a viaje de floripondio, pero se puede despejar la maleza y entender esto
mejor.
Es verdad que Almendra tocó en Perú, durante febrero de
1969, en el Festival de Ancón, una Mar del Plata peruana, pero no los Stones. Sin
embargo, existen registros de la presencia de Mick Jagger, Keith Richards y
Anita Pallemberg en Perú, con el plan de conocer Machu Picchu, en marzo de
1969. Por lo tanto, no es tan ilusorio pensar que pueden haber coincidido en el
hotel de Lima, escala obligada para ambos contingentes. “El me contó que
tocaron con los Rolling Stones –dice Perry–, que estaban con el floripondio,
que le hizo doler la cabeza. Pero puede que yo lo haya entendido mal, porque yo
tampoco sé si todo lo que me contaba es verdad, porque todo el mundo exagera.”
En My Neighbor, the Skinny, abundan los buenos gestos de
Spinetta para con Paul Perry, cuya situación económica siempre fue apretada.
Estos encuentros se incrementaron cuando los Perry se mudaron de la casa a la
vuelta de Spinetta, a su nuevo hogar que se encuentra exactamente al lado. Luis
Alberto habla en el libro de su pasión por Jimi Hendrix, su orgullo
riverplatense, y en un momento cuenta el origen de un dibujo suyo que es
definido en el texto como “un retrato donde viste un casco espacial”: “Oh, ése
es el Capitán Beto, el personaje de una canción que escribí hace mucho tiempo”.
Conmueve la parte en la que Perry relata su peor momento económico, y Luis le
ofrece darle dinero, a lo que el autor se rehúsa. Al conocer que en ese momento
la dieta magra del escritor constaba de hígado y cebollas, Luis pone sobre la
mesa un enorme tupperware repleto de fideos amasados por él mismo, cambiándole
el panorama alimentario a Perry.
“Me doy cuenta de que Luis es una verdadera rock star
–aclara Perry–, cuando fui a verlo a un recital en San Isidro y yo estaba
sentado en las escaleras del teatro. Entre tema y tema, lo saludo, y él me
saluda desde el escenario: ‘Hey, Paul. What’s up, buddy?’, y hubo como un
silencio total. Ahí entendí que Luis tenía a toda la gente pendiente. Yo sabía
que era músico, pero no que era un músico tan importante.”
Aparentemente, la
relación original de maestro de inglés y alumno nunca prosperó. “En realidad,
enseñar enseñé muy poco, porque nos hicimos más amigos que otra cosa. Le
enseñaba a la primera señora de él. Eramos amigos, man; es como si vos vivieras
al lado, así de simple. Con Luis fue una cosa de vecindad, de amistad, nada
más. Nos juntábamos, charlábamos; yo me tomaba una birra, él tomaba mate o té. No
sé cómo era él de joven, pero era una persona muy tranquila, era raro verlo
bebiendo. Pero no era tranquilo hablando: te transmitía mucha energía. Hacía
gestos, te miraba, lo que te decía era de verdad, no eran jodas o pavadas. Era
gracioso porque hablaba en inglés con un marcado acento italiano.”
En uno de los textos más graciosos, el lector puede
enterarse de algunas particularidades del carácter y del humor de Luis Alberto
Spinetta. Nada trascendental, pero sí algunos trazos que ayudan a completar el
cuadro que cualquier fan tiene sobre él con mayor nitidez.
En el verano de
2004, según Perry, Luis salía a fumar un cigarrillo a la puerta, algunos autos
aminoraban la velocidad y le gritaban “¡Maestro!”; al mismo tiempo conversaban
sobre un vecino que tenía una vieja camioneta Volkswagen en la que trabajaba
todo el tiempo.
“Ese es McLaren –le reveló Spinetta a Paul–, lo llamo así
porque piensa que su combi es un Porsche.” Daniel, de la panadería donde Luis
solía abastecerse de facturas (a las que llama “half moons”, medialunas, en el
texto en inglés), recibió un bautismo de los hijos de Spinetta: “Doctor
Octopus”, por la película Spiderman. “Yo lo llamo Bill Evans”, dijo Luis. Paul
preguntó por qué: “Porque hace cosas maravillosas con sus manos”.
“Luis tenía esa relación de buen vecino con todos los del
barrio, no solamente conmigo –aclara Perry–, pero se ponía nervioso cuando
alguien venía de afuera y quería sacarse una foto con él. El libro lo escribí
en dos semanas, entre las diez de la noche y la una o las dos de la mañana,
cuando se iban a dormir los chicos, tomándome una birra. Escribía lo que me
salía, después le hice una edición. Fue un flash, porque reviví momentos muy
fuertes; no fue un libro fácil. Hubo inspiración, pero a veces me sentaba en la
vereda porque me sentía mal pensando en él; fue una década de amistad, de
momentos, de risas, de bajones, de cosas de la vida. Sin embargo, creo que el
libro tiene algo cómico, divertido, porque nuestras charlas eran graciosas. Es
un viaje hasta gracioso, que tiene un final triste porque él también lo tiene.”
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My Neighbor, the Skinny es un libro insólito por el modo en que está encarado: desde la visión de un vecino de Luis Alberto Spinetta, que hasta pide “disculpas a sus fans por no ser un conocedor de su obra. Tan sólo fui su vecino y amigo. No quiero ofender a nadie, ni creo que el libro ofenda la intimidad de Luis en ningún momento.
El libro está escrito para americanos, por eso tiene un glosario; yo no tengo un mango, me encantaría poder editar el libro en castellano, en portugués, pero en verdad no puedo.
Si hoy alguien quiere comprar mi libro tiene que ir a Mercado Libre o a Dunken.
Yo creo que este libro les va a gustar a los fans, porque les va a dar una mirada de entrecasa sobre el Flaco.
Si un fan lee esto, y le gusta, y le llena su vida, ése es el logro.
Compartir con amigos, una risa, una lágrima; para eso trabaja un escritor”.
N de la R.:Hoy el libro fue traducido y editado en español, por la misma editorial que editó el original: Editorial Dunken.
Ambos libros se pueden comprar en la sede de la editorial Ayacucho 357 (entre Corrientes y Sarmiento de CABA)